La imperfección es bella

La imperfección es bella

Vivimos en un mundo que, con demasiada frecuencia, exalta la perfección. Nos bombardean con imágenes de cuerpos impecables, vidas aparentemente sin errores y logros inmaculados. Sin embargo, la realidad que nos rodea está llena de imperfecciones, y es precisamente en esas pequeñas fallas, en esos detalles no planificados, donde reside la verdadera belleza y la chispa de lo inesperado.

La imperfección no es un defecto, es una característica intrínseca de la vida. Es lo que hace que cada persona, cada momento y cada experiencia sean únicos. Nos permite ver la belleza en las cosas tal como son, sin la necesidad de ajustarlas a un estándar imposible. Al aceptar que NO todo debe seguir un plan preestablecido, abrimos la puerta a nuevas ideas, nuevas formas de ver el mundo y nuevas maneras de expresar nuestra individualidad. Así, nuestra creatividad se dispara sin límites ni fronteras.

Las personas que intentan alcanzar la perfección a menudo se encuentran atrapadas en una carrera interminable, persiguiendo un ideal inalcanzable que sólo genera ansiedad y frustración. En contraste, quienes aceptan sus imperfecciones encuentran una paz interior que les permite ver la belleza en lo inesperado. Así pues, abracemos nuestras imperfecciones y celebremos la belleza que reside en ellas, porque al final, es la imperfección lo que hace que la vida sea tan maravillosamente bella. Aquel slogan que decía: la arruga es bella, refleja ese mensaje. Aceptando nuestras propias fallas es donde encontramos la libertad para vivir plenamente, sin miedo al juicio o a la crítica.

La naturaleza nos ofrece un sinfín de ejemplos de cómo la imperfección es fundamental para la belleza. Los árboles torcidos, las montañas irregulares, las flores que crecen en formas inesperadas; todos estos elementos nos fascinan precisamente porque no son perfectos. La simetría y la uniformidad pueden ser agradables, pero es la variabilidad, la sorpresa y lo inusual lo que realmente capta nuestra atención y enciende nuestras emociones.

Precisamente en mi viaje a la Toscana italiana, visitando el impresionante Campo dei Miracoli de Pisa capté esta foto instantánea en un momento del atardecer, cuando el sol iluminaba las arquerías talladas en mármol de la torre en su caída. Estaba yo tan orgullosa y emocionada con mi foto de la Torre de Pisa en aquel momento, que la presenté al Concurso de Premios AEFLA y me concedieron el segundo premio de Fotografía del año 2004.

Parece un milagro que siga en pie desde el año 1173. El subsuelo de la torre de 8 pisos es un bloque de piedra con arena y arcilla gris con tan solo 3 metros de profundidad. El arquitecto Bonanno Pisano inició la construcción de los 3 primeros pisos y después fueron necesarios 177 años para terminarla.

Sería igualmente bellísima la torre sin inclinación; pero contemplar su imperfección es ciertamente impactante.

Manuel Plasencia